MENSAJE
DEL OBISPO DE CANELONES, MONS. ALBERTO SANGUINETTI, CON MOTIVO DE LA SEMANA SANTA 2 4 2020
El mensaje se puede oír en la entrada siguiente o en https://drive.google.com/file/ d/ 1wHjQXTRjEkChvY1nfK8Ak17qmPlCy dCE/view?usp=sharing
Estimados amigos, habitantes de Canelones, católicos todos de nuestra Iglesia canaria.
Estimados amigos, habitantes de Canelones, católicos todos de nuestra Iglesia canaria.
1 Me dirijo a
ustedes en las puertas de la Semana Santa, Semana mayor, que es la ocasión
especial de unirnos con Cristo que entra
a Jerusalén, para entregarse por nosotros, para vivir su pasión, muerte y su sepultura,
transformándolo todo con su gloriosa resurrección.
En los
sufrimientos de Cristo, en su amor y su entrega, nos unimos con todos los hombres en sus sufrimientos, angustias,
preguntas, dolores, especialmente con el enfermo y anciano, el que está
solo, al pobre, las familias
acongojadas.
2.
La
pasión de Jesús sostiene y realza el valor de la abnegación por el prójimo,
todo acto personal, toda organización comunitaria, de caridad, de solidaridad.
Nos unimos con todos los que con generosidad,
entrega, esfuerzo, acompañan, sirven, curan, ayudan, consuelan. Pedimos para
ellos la protección del Señor y la fortaleza de la gracia de Dios para
mantenerse en la misión encomendada.
3.
La
Semana la Semana Santa, es una invitación a rezar. Sí, el hombre es un ser de oración. Sin oración está
amputado. Dios ha querido hacernos partícipes de su obra en primer lugar por la
oración. Cristo oró en toda su pasión. Hoy nos invita a dedicar tiempo a rezar
y especialmente a orar con la Iglesia.
Rezamos por las
necesidades de todos los hombres. En primer lugar pedimos insistentemente al
Dios de las misericordias para que cese este flagelo, para que ayude y cuide a
los que más han de participar en los cuidados que exige esta epidemia. Para que
crezca el amor y la unidad. Por los que estos días, por una u otra causa han de
entregar su alma al Creador.
4.
También,
mirando a Cristo crucificado, rezamos por la conversión del corazón: una conversión, un cambio, de la
incredulidad a la fe, del pecado a la santidad, del apego a nosotros mismos, al
amor a Dios sobre todas las cosas, que conduce al amor al prójimo, según la ley
de Dios. Pasemos de una relación mediocre con Dios a que sea el centro de
nuestra existencia.
La conversión
lleva también al reconocimiento de los
propios pecados, en todo lo que no hemos obedecido los mandamientos
divinos, en todo lo que negamos el amor de Cristo.
¿Cómo he
respondido al Dios que me ha creado? ¿Cómo empeño mi libertad ante Cristo que
me amó y murió por mí?
Conociendo que
Cristo nos amó a nosotros pecadores y se entregó para librarnos del pecado y
sus consecuencias, la conversión es un llamado al arrepentimiento, a pedir el perdón de Dios, a valorar el perdón que
ha sido obtenido por la muerte de Cristo, a buscar recibir el perdón que Él quiere darnos.
5.
La
epidemia nos hace más patente la cercanía de la muerte. La muerte nos interpela sobre la verdad de nuestra vida,
¿qué es lo que vale? ¿Vivimos de forma que entreguemos la vida por Dios y por
los hermanos?
La muerte
también nos hace enfrentarnos a lo definitivo: el juicio de Dios, la condena
del pecado, el llamado a la vida eterna.
Cristo murió por
todos, para que los que viven no vivan ya para sí mismos, sino para Él que por
nosotros murió y resucitó.
La muerte
salvadora de Cristo nos abre a su resurrección, a la esperanza de la vida eterna.
Una cultura
cerrada, una mentalidad que sólo mira esta vida, una educación que sólo mira
esta vida, es una cultura desesperanzada. Esa desesperanza y ese sin sentido
empujan al egoísmo, a la inmediatez y a lo efímero. Esa cultura sin esperanza
conduce al suicidio, al aborto, al abandono de los ancianos, a la eutanasia.
Cristo resucitado, vencedor de la muerte, nos abre
el reino de los cielos ante el Padre, nos llama a vivir puesta nuestra
esperanza en Dios que resucita muertos, para que vivamos ya desde ahora como
ciudadanos del cielo, para que esperemos por nuestros difuntos.
6.
La
vida nueva que Jesús nos da, la comunica por la fe y la oración de la Iglesia, particularmente en la Santa Misa y los
sacramentos. Aún en tiempo de restricciones, para cuidarnos del contagio,
también la Semana Santa nos proclama que Jesucristo está presente en las
acciones salvadoras de la Iglesia, para recibir la salud total, del cuerpo y
del alma, de todo el hombre, en esta vida y en la eternidad.
Todos estamos
llamados a la vida de Cristo en la Iglesia.
7.
A
los no bautizados les anuncio el Evangelio del perdón y de la vida y los invito
a encontrarse personalmente con Cristo y a recibir en la Iglesia su palabra y
el don de la vida nueva.
Cristo
dijo: “Cuando yo sea elevado en lo alto, atraeré a todos hacia mí”. Sí todos
estamos invitados a levantar la mirada a
Cristo crucificado. Miremos al que atravesamos.
Como
saben, las aglomeraciones no están permitidas y debemos limitar nuestras
salidas. Por ello, si bien toda la Iglesia está entregada a la Semana Santa,
las celebraciones son en pequeño. Las iglesias están abiertas, pero para la
visita privada.
El
Domingo de Ramos no podemos juntarnos, porque serían aglomeraciones. Invito a
que pongan un ramo en la puerta o el frente de su casa, para aclamar a Cristo
que entra en Jerusalén para morir por nosotros y resucitar y subir al cielo.
El obispo bendecirá los ramos en la Iglesia
Catedral.
Pueden
seguirlo por Facebook Alberto Sanguinetti Montero
Les deseo que tengan una Semana
verdaderamente santa, en la que Cristo, cada uno de ustedes y juntos seamos los
protagonistas.
Que la Virgen María, que estuvo al pie
de la cruz, y que los santos nos conduzcan en este encuentro con Jesús, en su
Iglesia.
Nos bendiga el Padre, por Cristo que por
nosotros murió y resucitó, con la fuerza renovadora del Espíritu Santo. Amén.
Te
alabamos, oh Cristo, y te bendecimos,
porque
con tu santa cruz redimiste el mundo.
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