Cristo resucitó: que Él nos llene de esperanza,
de serena confianza en Dios
SALUDO PASCUAL 2020
Mons. Alberto Sanguinetti ,Obispo de Canelones
Queridos
amigos y hermanos:
¡Cristo
resucitó! ¡En verdad resucitó!
Esta aclamación recorre el mundo
entero, desde que se impuso por los hechos a los apóstoles, que estaban
encerrados por la muerte en cruz de su Maestro Jesús de Nazareth.
No
es una convicción de ilusos, no es el fruto de la necesidad de creer en algo.
No. Es el testimonio sensato, presentado por hombres y mujeres sanos, que no lo
esperaban y que lo vieron porque se les apareció realmente. Jesús resucitado
estuvo con ellos, los iluminó con su palabra, les comunicó el Espíritu Santo.
¡Cristo resucitó! ¡En verdad
resucitó! A ti se dirige este anuncio. Es el anuncio de todos los cristianos,
de los apóstoles y discípulos, de la Iglesia en dos mil años. Es el anuncio que
ha cambiado la vida de millones de seres, en su convicción, en el sentido de la
existencia, ante mal y el bien, la muerte y la vida. Es la luz que brilla y
destruye las tinieblas del error, del pecado, del miedo, de la desesperanza.
Es la luz que nos es trasmitida por
la fe y el bautismo, la luz proclamada
ante todas las naciones, que nos guía y nos conduce hasta la vida eterna. ¡Dejémonos iluminar por Cristo resucitado!
¡Cristo resucitó! ¡En verdad
resucitó! La muerte ha sido vencida. Jesús abre para los hombres el reino
eterno y universal, junto al Padre. Él rescata a Adán y a Eva, al hombre y a la
mujer, a la humanidad entera, de la esclavitud de la muerte, nos saca del temor
y la angustia. Nuestra humanidad está en el cielo y Él nos ha dado como fin no
la muerte, sino la vida, no la tierra sino el cielo. Así, si la certeza de morir nos entristece, nos consuela la promesa de
la futura inmortalidad.
Esta misma esperanza da sentido a
nuestra esperanza cotidiana, a nuestra conversión del pecado a la gracia, a
obtener la victoria en un camino sembrado de asechanzas del mal, las carencias,
la enfermedad, el error.
¡Cristo resucitó! ¡En verdad
resucitó! Él ha entrado en el santuario del cielo y está sentado glorioso junto
al Padre. Jesús vive y reina, vive y
actúa. Su resurrección hace eterno su sacrificio pascual. La muerte de
Jesús no fue simplemente el final de una vida mortal, sino que fue su ofrenda
perfecta de obediencia al Padre y amor por nosotros. Él ha entrado en el
santuario del cielo y continuamente intercede en nuestro favor. Él se ofrece en
todo momento, en un sacrificio eterno, Él el sumo sacerdote y el cordero inmaculado. Así Jesucristo en todo momento es
fuente de toda gracia.
En cada Santa Misa, Cristo resucitado obra ofreciéndose como Cordero
eterno. Que esta Pascua nos haga descubrir más hondamente la grandeza de la
Misa, la realidad increíble del Sacrificio de la Cruz, ofrecido en el presente
por la salvación del mundo.
¡Cristo resucitó! ¡En verdad
resucitó! que Él nos llene de esperanza,
de serena confianza en Dios, para que nos entreguemos en manos del Padre.
¡Cristo resucitó! ¡En verdad
resucitó! que Él nos haga levantar nuestra mirada, abandonar todo pecado y ser
transformados en el amor a Dios y en el amor operante para con el prójimo.
¡Cristo resucitó! ¡En verdad
resucitó! Él nos dé el Espíritu Santo, para renovarnos en la acción de gracias
a Dios, que nos ha creado, que nos salva, que nos ama sin límites, que en Jesús
muerto y resucitado renueva todas las cosas.
¡Cristo resucitó! ¡En verdad
resucitó! Su luz nos llene de santa
alegría. En medio del dolor, la muerte, la incertidumbre, sin embargo, brilla
la victoria, la gracia de Dios, la capacidad de amar y servir.
Aún en las oscuridades presentes,
veamos todo lo bueno, justo y santo, lo generoso y bello, para que – iluminados
por la luz pascual – en todo brote la confianza, la gratitud por el don de
Dios.
Lleguen por
estas palabras nuestra cercanía y consuelo a todos los que sufren. Confíen en
Dios que nos ama. Pongan su esperanza en Cristo.
Para todos una dichosa, santa Pascua de
Resurrección
+ Alberto Sanguinetti, Obispo de Canelones
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