Entre los lugares comunes de la cultura media occidental hay afirmaciones, que parecen no necesitar comprobación, y, sin embargo, son falsas.
Una línea de ellas está referida a la relación entre la Iglesia y la política. Normalmente se supone que la Iglesia quiso siempre dominar al Estado, subordinando el poder civil al religioso.
Ante ello hay que notar que desde el punto de vista histórico, normalmente fue el poder civil, quien tenía más fuerza, que buscó imponerse a la autoridad eclesiástica. Esto en primer lugar en los países que eran de mayoría católica; los reyes trataron de imponerse a los obispos y papas y de usar de los bienes de la comunidad cristiana. Ni que hablar de los estados no católicos y anticatólicos. Entre otras cosas continuamente se tomaron los bienes eclesiásticos, cuya posesión había provenido de la voluntad de los donantes.
Otro lugar común es que la Iglesia siempre quiso someter la razón al dogma en la concepción de los Estados y la política. Y no es así. Desde el punto de vista doctrinal, en la mayor parte de los casos, las autoridades eclesiásticas lo que hicieron fue recordar los derechos de los pueblos y de las personas ante las pretensiones más o menos absolutas de los Estados. La ideología de la monarquía que sólo debe dar cuenta a Dios, por ser de derecho exclusivo divino, fue una teología minoritaria en los países católicos, nunca fue una posición común, y aun así se sabía sometida a los derechos que Dios da a los hombres. Por otra parte, la doctrina sobre la soberanía residente en los pueblos, por voluntad de Dios, y participada a los reyes por pacto, fue la doctrina común en la Escuela de Salamanca, la más difundida en la cultura hispánica y en las universidades de la América española. Será el absolutismo regio del siglo XVIII, sostenido por algunos canonistas y especialmente por las logias las que sostengan el poder absoluto de los déspotas ilustrados.
Al mismo tiempo, la Iglesia reconoce que la autoridad proviene de Dios, porque el hecho de que quiere que vivamos en sociedad, y porque el hombre racional y libre, si se somete a una autoridad es siempre porque en último término está sujeto a Dios. Pero, al mismo tiempo, la forma de comprensión de la autoridad concreta, de los derechos y deberes de los gobernantes y de los ciudadanos, las formas concretas de constitución política, los cristianos, y particularmente los católicos, creen que han de ser buscadas siguiendo la razón, la ciencia política, la moral en general, los consensos de los ciudadanos.
En este sentido, es sumamente recomendable la lectura del discurso del Papa Benedicto en Gran Bretaña (entrar en http://www.vatican.va/phome_sp.htm y buscar en discursos, 2010, 17 de septiembre), que trata claramente la autonomía y la relación entre la religión – particularmente la cristiana – y el Estado. En el discurso que pronunció ante el Parlamento alemán, el Pontífice da una clase magistral sobre la necesidad de ahondar en el fundamento racional del Estado de derecho, que presupone unos derechos inalienables del hombres, lo que, a su vez presupone que haya una naturaleza humana sujeta de esos derechos (entrar en http://www.vatican.va/phome_sp.htm y buscar en discursos, 2011, 22 de septiembre).
Aprovechemos esas enseñanzas luminosas.
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