Las alegrías del fútbol y el gozo del culto a Dios.

Ha sido causa de mucha alegría, de mucho entusiasmo y de gran festejo, el triunfo de la selección mayor de fútbol en la Copa América. Y está bien que gocemos y disfrutemos. Nos hace bien y da un punto de unidad, concordia y paz.

También se han destacado virtudes: la unidad del grupo, la humildad, el esfuerzo, el orden y la organización, la perseverancia. De aquí podemos sacar ejemplo para otras dimensiones de la vida.

El juego y las pasiones son fuente de dinamismo y, en sí mismos, dimensiones del hombre, que bien orientadas movilizan. En este sentido son interesantes las reflexiones y los proyectos que se hacen para los niños.

Sin embargo, me parece importante advertir el peligro de hacer del fútbol una religión, en la cual todos tienen que estar inscritos y en cuyo culto deben participar. En un país que ha intentado relegar la religión al ámbito privado, cuando es lo más colectivo, propio de correligionarios, no haría bien una educación futbolcéntrica.

En ese sentido, rechazo que el Domingo se vuelva para los niños el día del fútbol obligatorio. El Domingo, para todos los cristianos es el día del Señor, que ha de ser santificado por la oración y la asamblea cultual. Para los católicos es día de celebrar la Santa Misa.

Otros países, que no han debido padecer la opresión de lo religioso, que sí se ha padecido en el nuestro, admiten el espacio propio de lo religioso; algunos dejan libre de esas actividades todo el Domingo, otros dejan libre la mañana.

El juego es cosa buena, el juego colectivo puede ser fuente de óptimas experiencias. El culto a la pelota, puede ser un desaguisado cultural. A cada cosa lo suyo.

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