Mons. Alberto
Sanguinetti Montero, Obispo de Canelones
MENSAJE DE NAVIDAD –
2017
Mis amigos: al
conversar con ustedes en Navidad, antes que nada, quiero anunciarles lo más
evidente –como dicen hoy en día los muchachos: obvio -. Recordamos el
nacimiento de Jesús. La Navidad, la Natividad, significa nacimiento, hoy el de Jesús.
·
Miremos a
este hombre llamado Jesús que se presenta ante nuestros ojos, desde la
pequeñez de un recién nacido, recostado en un pesebre, un comedero de animales.
·
Antes que nada, Jesús nos proclama el valor único, sin límites, de cada niño,
de cada ser humano, en toda su existencia: el valor de la persona humana desde
su concepción hasta su muerte, pobre o rico, sano o enfermo, varón o mujer.
Por eso, hoy
abrimos nuestro corazón al débil para acogerlo en su dignidad, al poderoso para
recordarle que es digno de ser respetado, no por su poder, sino simplemente por
ser un ser humano. Más aún, dentro de esa igualdad fundamental, en Belén, se
nos manifiesta la predilección de Dios por lo que no aparenta ante el mundo.
·
Jesús en su palabra y en su vida, en su muerte y
resurrección, nos anuncia el amor sin
medida de Dios para con nosotros: el creador que nos ha hecho, el redentor
que nos ha salvado, el Padre que nos hace participar de la adopción de hijos.-
Por eso, los
invito a dejarse querer, dejarse
amar, dejarse perdonar por Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Hagamos
silencio a tantas ofertas baratas, cerremos los ojos a las chispas de colores y
busquemos a Dios porque se le puede
encontrar. O, más bien, dejémonos encontrar por Dios, porque Él en el tiempo de
Navidad nos invita a la comunión con Él, al diálogo, a recibir su ternura y
compasión, y a amarlo y adorarlo con todo el ser.
·
Si Jesús
nos ofrece el perdón, la paciencia, la bondad de Dios, también nos guía a
perdonar, a ser pacientes, a ser buenos
los unos con los otros, en primer lugar con el más próximo, siguiendo con el
más necesitado, extendiendo el amor hasta el perdón de los propios enemigos.
·
Jesús, el que nace entre nosotros, es un ser
único. Con una humildad y vaciamiento hasta el fin, al mismo tiempo, se
presenta como Hijo eterno de Dios. Misericordioso con el pecador, hasta dar la
vida llevando el peso de nuestras culpas, y Él mismo santo, sin pecado, que nos llama a la santidad, para
participar de la santidad del Padre. Recibe a los que son rechazados por todos
por las conductas públicamente reprobadas y, a su vez, es juez que pone ante
nuestros ojos la dignidad del hombre, en una moral exigente, con un llamado a
la responsabilidad, con una apelación a la conciencia
en su respuesta a Dios.
No tiene falsa
humildad, para parecer humilde, sino que es el Señor y Dios, que se abaja, se
humilla, para levantarnos a nosotros hasta el trono de Dios.
·
Mirar a Jesús en Navidad es también recibir su luz en medio de la noche, la noche de
tanta miseria, dolor, injusticia, pecado, muerte. Él, viniendo a este mundo,
ilumina a todo hombre.
Él es la luz que nos ilumina con la verdad sobre el hombre, que se funda en el
plan de Dios, creador y redentor. Esa verdad
en parte la podemos descubrir por la razón, como ley natural, es decir la ley de la naturaleza creada por Dios. Esa
ley natural debe ser respetada, por todos, en especial por los que tienen
distintas formas de poder. Esa ley natural – fundada en la creación – defiende
el respeto a la vida del ser humano en toda su existencia; esa ley natural
apoya la familia basada en el matrimonio estable de varón y mujer, como el
ámbito privilegiado para la procreación y educación de los hijos.
Jesús,
verdadero hombre y verdadero Dios, es la luz que nos revela todo el sentido de la existencia, para
que no vivamos sólo algunos aspectos, como retazos – aunque sean buenos – sino la totalidad de nuestra
vocación humana. Ante las ideologías que luchan por imponerse con un aspecto de
la realidad y caen en la negación de toda la verdad, el que nace pequeño en
Belén y reina en el cielo se presenta como camino, verdad y vida, que incluye el perdón de los pecados, la
conversión a Dios, la santidad, y, sobre todo, la esperanza de vida eterna con
Dios, en la comunión de los santos.
Que todos y
cada uno, que cada familia, que el Pueblo Oriental entero, en esta
Navidad, tenga una la alegría de recibir
a Jesús, Hijo de María e Hijo de Dios. Que cada uno sea más bueno, más justo,
más recto. Que nos abramos a los demás y tengamos una convivencia justa y buena.
Reciban mi bendición junto con el deseo de una santa y feliz Navidad.
+ Alberto
Sanguinetti, obispo de Canelones
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