In memoriam: Mons. Julio Bonino

El 13 en la Catedral San Fructuoso de la Ciudad de Tacuarembó participamos de la Misa exequial de Mons. Julio Bonino.
La Liturgia de la Santa Iglesia hizo vivir la compleja realidad de la muerte a la luz de Jesucristo, Verbo creador del Padre, encarnado, muerto y resucitado.
Vivimos la dolorosa realidad de la muerte. Conversé con él junto a su cuerpo, pero en la realidad de que la comunicación a la que estamos acostumbrados estaba marcada por el silencio de la muerte. 
Compartimos la gratitud de tantas personas que expresaban cuánto habían recibido y compartido de su bondad, su servicio, su entrega.
Al cerrarse el tiempo de esta vida, de alguna forma cada hecho, cada dimensión se colocaba en otra posición, en otra lectura. 
Ante el hecho de su encuentro con el Juez misericordioso, donde aparece toda la verdad de nuestra vida, subía la súplica humilde, en comunión con toda la debilidad de los mortales, confiada en la bondad del que llevó sobre sí nuestras culpas. Ningún ser vivo es inocente ante la santidad de Dios.
La esperanza de la resurrección en el último día y la posibilidad de que nuestra alma, purificada de todo pecado, contemple el rostro del Padre, iluminan la oscuridad de la muerte con la gloria de Cristo.
16 años sirvió el P. Julio como sacerdote de la Diócesis de Canelones. 27 años fue obispo de Tacuarembó, la Iglesia que peregrina en los departamentos de Tacuarembó y Rivera. 
Las gratitudes y los reconocimientos fueron muchos.
En esta breve nota quiero tan sólo poner dos recuerdos personales. 
Cuando entró al Seminario de Toledo yo ya estaba en él. Entonces un tiempo fui su profesor de francés. 
Muchos años después me pidió consejos para mejorar la catedral de San Fructuoso. Se los di y fui con un arquitecto amigo y colaborador, Álvaro Puente. Después no tuve ocasión de ver la catedral por dentro.
Cuando llegué a orar por él y darle mi último saludo en esta tierra de peregrinos, de acuerdo con mi talante de reformador de iglesias no dejé de observar el interior de la Catedral que hacía unos veinte años que no visitaba.
Entonces fui reconociendo que el altar estaba reformado en la forma que yo le había sugerido hacía tantos años, estaba cerrado por piedra entre sus columnas. En el ambón por su forma y distribución descubrí casi una copia del que hice erigir en la Iglesia del Cordón y repliqué con algún cambio en Stella Maris de Carrasco. Allí él había celebrado y predicado durante años, con el altar y el ambón que yo le había sugerido.Resultado de imagen para altar de la catedral de san fructuoso de tacuarembó
En el ábside se veía que faltaba algo. Allí debía ir la imagen de Jesús Buen Pastor, para la cual yo le había enviado distintas figuras de la tradición iconográfica.
De esta forma entre las diversas expresiones de cariño, de dolor y de fe, yo tenía mis secretos que me ligaban con Mons. Julio en su partida hacia el Padre.
Descanse de sus trabajos y la Trinidad Santa lo acoja en su seno.






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