Los mitos de la teoría del ‘gender’.

Comparto algunas realidades que me ha hecho ver Marguerite Peeters, que creo pueden ayudarnos (A proposito della rivoluzione del gender. Tre miti da smascherare, l’Osservatore Romano del 28 de febrero),
    Primero la palabra. Normalmente traducimos ‘gender’, por género, es decir, género masculino o femenino. Pero precisamente la palabra inglesa está elegida para no hablar de varón y mujer, masculino y femenino.
Tampoco hay que identificar simplemente la ideología del ‘gender’ con la defensa de los derechos de la mujer, a ser tenido en cuenta en igual dignidad que el varón, a no ser  discriminada en su salario, o en sus ocupaciones.
   La antropología bíblica reconoce que hay varón y mujer, identidad masculina y femenina, complementariedad entre hombre y mujer, vocación nupcial  de la persona humana, el matrimonio entre un hombre y una mujer, la familia fundada sobre el matrimonio, la paternidad y la maternidad, la filiación.
    La cultura del ‘gender’ niega todo lo anterior, afirmando que son simplemente construcciones sociales contrarias a la igualdad y a la libertad civil, y discriminatorias, en particular contra las mujeres y los que se declaran homosexuales.
      “Entonces es necesario descontruir sistemáticamente estos supuestos estereotipos, que en realidad son datos constitutivos fundamentales de toda persona humana. Hay que descontruirlos con todos los medios, educativos ante todo, pero también políticos, legislativos, culturales (moda, música, film, lenguaje)”.

    “Se trata de refundar la sociedad sobre una ‘humanidad nueva’, ‘liberada’ de los términos hombre,  mujer, padre y madre, esposo y esposa, hijo e hija, matrimonio y familia, que no tendrían más derecho de ciudadanía”.
Quedaría una humanidad sexualmente indiferenciada, no habría sinoi ciudadanos-individuos, ‘liberados’ de lo que son, es decir, personas predispuestas al amor y a la felicidad. El objetivo de la revolución del ‘gender’ es permitir a todos los ciudadanos-individuos del mundo acceder al placer sexual ‘sin obstáculos’ y poder autodeterminarse fuera de su propia identidad sexual”.
     Segundo mito: no se trata de una teoría estrambótica, como para tomarla en broma, que agarra a algún incauto. No, es sostenida políticamente, usa todos los medios para imponerse – desde un aparente llamado a la tolerancia – y abarca a todos, incluidos los políticamente correctos que no quieren interferir en las cosas del amor. Así todo el rebaño se va al precipicio ((Se impone desde la ONU desde las conferencias del Cairo y Pekín; en países de África, donde había un ministerio de la mujer o de la familia, se ha pasado a tener un ministerio de Gender)..
       Tercero. No es una moda ligera y pasajera. Este proceso es largo. Tiene sus raíces en los buenos principios y deseos del siglo XVIII, en defensa de la igualdad, la fraternidad, pero  son confundidos frecuentemente por ideologías simplificadoras y totalitarias (por ejemplo, el jacobinismo). Tiene en su fundamento la falsa concepción de la igualdad entre los sexos y una voluntad perversa de ‘liberar’ al individuo de todo cuadro normativo dado por la naturaleza, la tradición, la revelación o Dios mismo.
        La misma Margarita Peeters afirma que no se trata propiamente de ideología de ‘gender’, en el sentido de algo totalizador basado en algunas razones, aunque parciales, como el liberalismo o el marxismo. Se trata de una cultura, un fenómeno posmoderno, que quiere liberar de la imposición masculina, el autoritarismo, el clericalismo, y para ello, no se funda en la verdad del ser humano, de la mujer, del niño, sino que afirma una total ausencia de determinación –incluida la maternidad – para con una libertad individualista absoluta poder poseer lo que se desea.
      Esta construcción del feminismo extremo, unido a otros movimientos, se ha impuesto culturalmente y políticamente. Ahora toda la ‘gobernanza’ aplica políticas de ‘gender’ y persigue a toda oposición a ella.
Su oposición mayor es a cualquier realidad que afirme que haya un sentido antropológico dado, por ello se opone frontalmente a la fe católica y al magisterio de la Iglesia.
         Hay que  ser consciente de cuánto daño hace a la fe de los creyentes, pero más aún a la cultura general y especialmente a los jóvenes que entran en la vida con una negación de sí mismos.
A quien quiera profundizar, lo invito a buscar en Internet el nombre de la autora mencionada: hay mucho material que clarifica.

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