El Parlamento avanza en la
aprobación de una ley sobre la reproducción humana asistida.
Se comprenden las encrucijadas en
que se encuentran los legisladores, en medio de avances de la ciencia, cuando
las acciones – como en otros ámbitos – preceden a la legislación y no se puede
ignorar lo que sucede, por lo que de alguna manera hay que determinar lo
permitido, lo prohibido, lo protegido.
El caso de la reproducción humana
asistida parece ser una de estas situaciones. Se conocen técnicas, se realizan
prestaciones, se abren clínicas, hay diversidad de hechos, juicios, derechos.
Se trata de uno de los hechos
humanos fundamentales: la trasmisión de la vida, la paternidad y la maternidad,
la filiación. Se toca la concepción de la persona humana, sus derechos, su
sentido.
Se entrecruzan múltiples
afectos y pensamientos, que piden un
tratamiento jurídico, por quienes son responsables del ordenamiento de la
sociedad.
Por eso, me parece oportuno recordar
algunas ideas para el diálogo que parece no tener contradicciones.
1) Valoración de la ciencia y de la medicina.
La ciencia, y la tecnología que la
acompaña es un gran don, que ofrece un precioso servicio al bien integral de
la vida y dignidad de cada ser humano (DP 3).
Todos agradecemos el avance científico y concretamente, el de las
ciencias médicas, que son aplicadas, llevadas adelante por la entrega de los
investigadores, médicos y todo el personal de la salud.
2) La necesidad de un juicio ético
objetivo.
Al mismo tiempo, todos sabemos que la ciencia en cuanto tal
estudia causas y efectos y abre posibilidades tecnológicas, pero no emite juicios
morales.
No se trata de oponer ciencia y ética, sino de distinguir los
planos. La razón científica ve si con tales causas se producen tales efectos y
si son útiles para tal o cual proceso. Pero la moralidad de aplicarlo,
especialmente a los seres humanos, es de otro nivel. El juicio moral es propio
de la conciencia, iluminada por la razón, y debe encontrar sus fundamentos en
los principios de la moral.
Por cierto, los creyentes también
vemos las cosas a la luz del Dios Creador y los católicos a la luz de
Jesucristo, en comunión con el pensamiento de la comunidad Católica a lo largo
de los siglos. Por eso, nos valemos de la razón y de la fe. Distinguir y no
separar es propio de quienes piensan con ponderación.
A los católicos responsables de escuchar
el Magisterio de la Iglesia y a los que quieran estudiar el pensamiento católico
coherente, los invito leer la Declaración Dignitas
Personae, que fácilmente se encuentra en internet.
3) La moralidad en la reproducción
humana asistida.
Por cierto, dado que hay actos
diversos en esta ‘asistencia’ y se ejercen sobre distintos momentos del proceso
reproductivo, se dan diversos juicios morales.
No es el momento de analizar todo,
sino de recordar, de poner en medio del diálogo, algunos principios, que
importan para el acto legislativo y las visiones de la sociedad. Otros aspectos
caen mucho más en la moral personal.
3.a) El respeto por cada ser
humano, incluido cada embrión.
El valor ético de la ciencia biomédica se mide en primer
lugar en referencia al respeto incondicional debido a cada ser humano,
en todos los momentos de su existencia:
«El fruto de la generación humana
desde el primer momento de su existencia, es decir, desde la constitución del
cigoto, exige el respeto incondicionado, que es moralmente debido al ser humano
en su totalidad corporal y espiritual. El ser humano debe ser respetado y
tratado como persona desde el instante de su concepción y, por eso, a partir de
ese mismo momento se le deben reconocer los derechos de la persona,
principalmente el derecho inviolable de todo ser humano inocente a la vida” (DP 6).
El proyecto de ley aprobado por el Senado trata en muchos
aspectos de seguir este principio fundamental, procurando que las técnicas
usadas no tengan consecuencias peores, por ejemplo al prohibir fecundar gametos
para producir embriones con fines de investigación o la clonación.
Pero no se sigue totalmente ese principio. Hay que ser sincero, se
da a los embriones humanos un trato instrumental. Se producen fuera de la unión de las personas
y se manipulan, se congelan. Veremos en
el futuro ¡qué se hará con los sobrantes! La mayoría se producen para ser
destruidos. No soy especialista en el tema, pero se suele decir que los
embriones sacrificados son alrededor del 80%.
3.b) La desvalorización del
matrimonio y del acto conyugal: se puede suplantar por la manipulación de
gametos.
Por
cierto este principio es menos rotundo que el anterior, pero también tiene
su importancia.
La procreación humana pide estar unida
a actos humanos, libres, responsables y personales de los procreadores, el
padre y la madre.
Estos actos personales no han de ser
sustituidos por la manipulación de células por parte de terceros.
Por eso, se ha de tutelar la
especificidad de los actos personales que transmiten la vida.
Está claro que tener un hijo es un
bien. Es un buen deseo querer comunicar la vida. Pero no es un bien a obtener a
todo precio. También los deseos buenos, tanto en el fin y en los medios, tienen
que someterse a límites, fundados en principios. “Ese deseo no puede ser
antepuesto a la dignidad que posee cada vida humana hasta el punto de someterla
a un dominio absoluto. El deseo de un hijo no puede justificar la “producción”
del mismo” (DP 16).
En cambio la ley acepta la fecundación con gametos, no solo fuera
del acto conyugal, sino por donación anónima, como un insumo más.
De esta forma, se procede a dar un
paso más en la demolición del matrimonio y del acto conyugal en su significado
propio. Es sustituido por la manipulación de los agentes sanitarios. Mucho más
subrayada está disociación cuando se da el derecho de usar de esos
instrumentos, a mujeres solas, e incluso se dan vientres prestados.
4. ¿Cómo se hará la formación en
valores?
Parece una disociación en la cultura
actual. ¡Se defiende la vida de los animales! Pero se puede procrear embriones
humanos de formas violentas, manipularlos, destruirlos.
Se habla de formar en valores, pero
se quitan los principios que fundamentan los valores. Los valores no están en
estantes de una biblioteca: tienen un orden, un sentido, y algún principio
irrenunciable, que los fundamente.
“Hay que excluir la introducción de criterios de discriminación de
la dignidad humana basados en el desarrollo biológico, psíquico, cultural o en
el estado de salud del individuo” (DP 8).
En una legislatura se ha desconocido
el sentido del matrimonio, de la paternidad y la maternidad, del carácter
intangible de la vida, creando el derecho de abortar, frente al derecho a la
vida del más débil, el no nacido. ¿Cómo formar en valores, en el respeto, en la
renuncia y la entrega?
5. ¿Por qué se impone esta nueva
moral? ¿Dónde quedan los derechos de la conciencia de los médicos, agentes
sanitarios, instituciones sociales que tienen objeciones a estos procedimientos?
Este sí es un punto gravísimo que
esta ley ha omitido: la objeción de conciencia. La unanimidad de los
legisladores no impide que haya personas
e instituciones que les parezca gravemente ofensivo a su conciencia fecundar
gametos humanos, y todo lo que se sigue, o fecundar a una mujer con un gameto
de donante anónimo, porque quiere tener un hijo y no quiere darle padre.
¿Es tan bajo el nivel de conciencia
que ni siquiera se imagina que alguien pueda tener objeción de conciencia a
realizar tales actos?
Se da la libertad de realizar esos
actos, que al menos para algunos violentan el deber de la sociedad de proteger
la vida y la familia, se impone como un derecho obtener esas prestaciones, se
obliga a muchos a realizarlas, ¿por qué se obliga a colaborar en ello al
que le pesa en su conciencia?
¿Por qué se impone a toda la sociedad esta
moral? Hay aquí
algo más que salir al paso de una situación creada, o responder a la presión del
deseo, de la voluntad de un grupo de ciudadanos.
Muchas gracias, Mons. Sanguinetti.
ResponderEliminarEs muy triste que este pésimo proyecto de ley, que tiende a convertir al ser humano en un producto más de la técnica y tiene múltiples conexiones con prácticas abortivas y eugenésicas, haya sido aprobado en la Cámara de Senadores por unanimidad, en medio de un desconocimiento o indiferencia casi universal de la ciudadanía. Pero todavía falta el trámite en la Cámara de Diputados. Esperemos que al menos allí haya un debate ético más amplio y profundo.