Bienvenido nuestro Papa Francisco


Hubiera querido escribir antes y más, pero me faltó el tiempo, y, además todos estábamos atentos a las novedades. De todas formas no quiero dejar pasar el advenimiento del nuevo obispo de Roma y cabeza del colegio de los obispos, sin compartir algunas reflexiones e impresiones.
Impresiones
Si empezamos por éstas, se nos acumulan varias: el impacto de la renuncia del Papa Benedicto, para mí tan querido, un verdadero padre y maestro, que con gran libertad de conciencia y obediencia a la voluntad de Dios, como servidor bueno y prudente se aparta y deja todo en manos de Dios.
Fue impresionante la expectativa mundial ante la elección de un nuevo papa. Si bien es verdad que esto sucede cada vez, sin embargo no deja de ser casi apabullante el lugar del Papa en el mundo contemporáneo, este mundo que parece privilegiar otras cosas – el dinero, el éxito, la diversión, el poder – y que igualmente reconoce esa dimensión diferente de la autoridad espiritual, de la búsqueda del sentido, en último término de Dios.
Aún la variedad de opiniones, los papables, los detalles intrascendentes, no dejaban de señalar la vigencia en el mundo moderno de la religión, del cristianismo y de la Iglesia.
Por cierto, nos sacudió la sorpresa como de terremoto al anunciarse la elección del Eminentísimo Señor -  Señor - Jorge, Mario, Cardenal Bergoglio.  En seguida una gran alegría, por el don de Dios renovado, por la vivacidad de la Iglesia que en fidelidad a su ser, a su tradición apostólica, aparece siempre nueva, fresca como el agua de la fuente.
Y luego todas las vivencias de los encuentros, aunque fueran por la televisión, ante su pueblo romano en la Plaza de San Pedro, y en las diferentes circunstancias. Se fue manifestando, lo fuimos conociendo, se fue entablando la comunión con su persona y su estilo.

Reflexiones
                Lo primero a considerar es el gran don que hizo el  Padre por Jesucristo en reunir a su pueblo, la Iglesia, de entre judíos y todas las naciones, para estar presente en la historia de los pueblos con el poder salvador de su Espíritu. Y en esa gran comunión universal del Pueblo de Dios, que es congregado en todas partes por los obispos, tiene un lugar singular la Iglesia de Roma y el obispo de Roma, como principio y fundamento perpetuo y visible de la unidad de los obispos y de la multitud de los fieles. ¡Qué regalo es la Iglesia para la humanidad como sacramento universal de salvación! ¡Qué regalo es para la Iglesia y el mundo el ministerio del Papa!  Esto dicho con respeto por todos, y con gran humildad, porque si en Ella estamos, es por pura gracia de la benevolencia de Dios.
                La universalidad o catolicidad de la Iglesia se manifiesta en que es formada de todos los pueblos, en la unidad, y también en que surge de cada pueblo en su diversidad. En este caso, el Papa Francisco, argentino, latinoamericano, trae en la misma fe y caridad, trae el aporte de la Iglesia de América, con su historia y su enfoque. Nosotros tan  cercanos, diremos – como hacen los argentinos con uruguayos que triunfan – que el Papa Francisco es rioplatense ¡y lo es!
                El Papa ha insistido en sus gestos y en sus palabras en el lugar central de la fe en Dios, en Cristo, para la vida de la Iglesia y de cada cristiano. Ha seguido ese camino de ir a lo esencial y principal señalado por el Papa Benedicto, últimamente convocándonos a un Año de la fe. La fe indica que lo principal es Dios, Jesucristo, y todo debe vivirse a su luz. La fe no es lejana, ilumina y permite dar la tecla en la realidad.
                La fe, que recibimos en el bautismo, no es sólo para algunos momentos – aunque haya celebraciones explícitas de la fe, en especial la Santa Misa – sino que es el sentido de la vida, la verdad que todo lo ilumina, el caminar en la presencia de Dios que se ha revelado en Jesucristo.
Así lo indicó el Papa Francisco a los cardenales: la confesión de la fe hace que la Iglesia y todos los oficios en ella tengan sentido, de lo contrario se vuelve una organización piadosa. Y en el centro de la fe, la cruz.
Así lo enseñó a los periodistas: para entender a la Iglesia – más allá de todas las estructuras y dimensiones humanas, normales – es imprescindible entender la motivación de la fe, que introduce otra clave.
En el centro de la fe ha proclamado la misericordia de Dios y la respuesta de creer, esperar, abandonarse en ella, una y otra vez.
Sin duda que el Papa Francisco ha subrayado la pobreza, como camino de valoración de lo que importa: Dios y su gracia, el hombre y su pequeñez. No se trata de consideraciones ideológicas y clasistas, sino de realismo ante el Dios que se revela en Cristo pobre y sufriente y que revela la dignidad del hombre amado por Dios, en su pobreza, y aún en la miseria del pecado, donde brilla la misericordia divina.
Una última reflexión. La importancia de la pastoral ordinaria, de la vida ordinaria de la Iglesia. El Papa se ha mostrado como obispo de Roma, que visita a su pueblo, a las parroquias, que predica y celebra la Eucaristía dominical, que parte el pan de la palabra, que saluda y congrega a los fieles. Es un llamado a apreciar y vivir lo que nos ofrece la Iglesia cada día, cada domingo, y, a la vez, a anunciar desde allí, como discípulos enamorados de Cristo, como misioneros llamados y enviados, el amor del Padre, entregado por Jesús, en la Iglesia, en su debilidad y pobreza, con la fuerza del Espíritu Santo.
Recuerdos
Conocí al P. Bergoglio SJ allá por el año 1974 y lo vi mucho esa época. En 1978 viví en el Colegio de San Miguel, donde él habitaba como provincial de los jesuitas argentinos. Yo estaba llevando adelante la tesis doctoral, él era responsable de su comunidad en aquellos años tempestuosos. Hizo mucho por encausar a sus hermanos. Recuerdo su vivacidad, su empuje, las bromas y las risas del recreo.
Luego pasé muchos años sin verlo, y tuve ocasión de saludarlo, hace unos cuatro años, en la puerta del arzobispado de Buenos Aires, cuando él ya era un arzobispo con fama bien definida. Conversamos brevemente con cordialidad.
Oremos por nuestro Papa Francisco, el Señor lo bendiga, le dé paz y salud, para que caminemos juntos en estos años de gracia del Señor, sirviéndolo de corazón, con la esperanza puesta en la vida eterna.

Comentarios

  1. Como siempre, Monseñor Alberto, nos ayuda con su visiòn de todo, sus palabras tan amorosas a ese Papa que yo tambièn querìa mucho, Benedicto.
    Tambièn su relato afectuoso y realista sobre nuestro actual Papa Francisco; de como viviò y viò todo lo que ha sucedido en estos tiempos. ¡que momentos històricos! Ud. nos acerca mas a vivir nuestra Fe, cuando reflexiona con nosotros, y nos mantiene informados con tan primoroso cuidado, atenciòn y cariño para quienes lo seguimos, que nos quedamos esperando beber un poco mas de lo que nos cuenta. Gracias por su homenaje a nuestros Papas, hacìa falta su palabra.
    Quisiera hacer llegar a todos los Obispos de Uruguay y a Monseñor Nicolàs Cotugno, mis oraciones, porque con el ejemplo de Benedicto XVI, pude reflexionar sobre vuestro sacrificio y entrega total a todo el rebaño, que ustedes nuestros pastores nos dan casi que demasiado. Me ha emocionado mucho el ver el rostro cansado, el caminar de Benedicto, y aùn asì tan valiente y tan solito, que no pude evitar pensar en todos ustedes; y el martes 19 de marzo vi emocionarse a Mons. Nicolàs Cotugno durante su homilìa, y al salir de la Iglesia, no pude decirle, lo valioso que es para nosotros asì como todos ustedes, porque el gentìo no me permitiò hacerlo. Me quedò el remordimiento de no poder llegar a èl, y a él como en representaciòn de todos ustedes para inclinarme ante ustedes, con agradecimiento y respeto, para apoyarlos siempre y crecer en la Fe bajo su amparo amoroso. ah..si yo pudiera evitar que ustedes sufran la ingratitud y el abandono a la que son expuestos tantas veces.
    Yo soy una ovejita mas del rebaño, pero no abandonarè jamàs a mis pastores.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares

Carta a los sacerdotes por Domingo del Buen Pastor

Mi despedida como Obispo de Canelones