La Iglesia celebra el 1º de noviembre la Solemnidad de Todos los Santos. El 2 conmemora a todos los fieles difuntos.
Ambas celebraciones están intimamamente relacionadas y, a su vez, son diferentes.
La primera y principal es la Solemnidad de Todos los Santos. Es feriado en muchos países - aquí al lado en Argentina - y también fiesta de precepto, es decir, que los católicos están convocados por mandato de la Santa Madre Iglesia, a reunirse en asamblea litúrgica para celebrar esta fiesta.
En el Uruguay, desgraciadamente, el ataque a las fiestas católicas llevado adelante por una postura anticatólica borró de las fiestas a Todos los Santos y puso el feriado en todos los difuntos.
Todos los Santos es antes que nada una celebración de la fe, es decir, de la realidad plenamente conocida por la revelación de Dios y los actos de Jesucristo.
Sí, las almas de los Santos están junto a Dios, se unen con él, contemplan y aman a la Santísima Trinidad. La alaban y adoran junto con los ángeles. Son felices y bienaventurados con el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo y en perfecta comunión entre sí.
Es fiesta de esperanza plena. Sí, esperamos es decir deseamos alcanzar lo que Dios nos ha prometido y que, si bien es imposible para nosotros, no lo es para Dios. Los santos que gozan y viven en la Jerusalén celestial son un signo de esperanza firme.
Esperanza que da el fundamento razonable a la realidad humana, a la historia, a la vida de cada uno. Si no hay vida eterna y plenamente transformada en Dios, entonces la existencia humana es más o menos un sinsentido - sólo por un rato, sólo entre el nacer y el morir -o una noria.
Esperanza no sólo individual, sino también comunitaria. No sólo para nosotros, sino también para los de los tiempos pasados y los futuros.Es la verdadera democracia: el fundamento de la dignidad de cada uno está en la santidad, no en la apariencia, no en el poder, sino en la configuración con Cristo crucificado.
Esta mirada al futuro, es también al presente. Los santos nos dicen de la vida futura, pero también de la vida temporal: que es digna de ser vivida en la santidad. Más aún los santos testifican que vivir según el Evangelio, según las bienaventuranzas, es la verdadera bienaventuranza, es ya la vida plenamente vivida aquí en la tierra, en la adoración y obediencia a Dios, en su santo temor, en la caridad y verdad ante el prójimo.
Es fiesta de la caridad, de la comunión profunda con los santos, es el amor que vence a la muerte y, por eso, podemos confiar en ellos, que nos quieren bien y nos acompañan en nuestro peregrinar hacia el cielo.
La Conmemoración de todos los fieles difuntos nació de la fiesta anterior. De la misma fe, esperanza y caridad. Esperando para nuestros hermanos, como no conocemos ni adivinamos el juicio de Dios, con inmensa caridad y esperanza encomendamos a nuestros hermanos difuntos, para acompañarlos en su purificación, hasta que puedan reunirse con todos los santos.
Vivamos estas celebraciones, vivamos la realidad de Dios, y, por lo mismo, la realidad de nuestra vida, según la verdad de la fe, la firmeza y luz de la esperanza, en el ardor de la caridad.
Ambas celebraciones están intimamamente relacionadas y, a su vez, son diferentes.
La primera y principal es la Solemnidad de Todos los Santos. Es feriado en muchos países - aquí al lado en Argentina - y también fiesta de precepto, es decir, que los católicos están convocados por mandato de la Santa Madre Iglesia, a reunirse en asamblea litúrgica para celebrar esta fiesta.
En el Uruguay, desgraciadamente, el ataque a las fiestas católicas llevado adelante por una postura anticatólica borró de las fiestas a Todos los Santos y puso el feriado en todos los difuntos.
Todos los Santos es antes que nada una celebración de la fe, es decir, de la realidad plenamente conocida por la revelación de Dios y los actos de Jesucristo.
Sí, las almas de los Santos están junto a Dios, se unen con él, contemplan y aman a la Santísima Trinidad. La alaban y adoran junto con los ángeles. Son felices y bienaventurados con el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo y en perfecta comunión entre sí.
Es fiesta de esperanza plena. Sí, esperamos es decir deseamos alcanzar lo que Dios nos ha prometido y que, si bien es imposible para nosotros, no lo es para Dios. Los santos que gozan y viven en la Jerusalén celestial son un signo de esperanza firme.
Esperanza que da el fundamento razonable a la realidad humana, a la historia, a la vida de cada uno. Si no hay vida eterna y plenamente transformada en Dios, entonces la existencia humana es más o menos un sinsentido - sólo por un rato, sólo entre el nacer y el morir -o una noria.
Esperanza no sólo individual, sino también comunitaria. No sólo para nosotros, sino también para los de los tiempos pasados y los futuros.Es la verdadera democracia: el fundamento de la dignidad de cada uno está en la santidad, no en la apariencia, no en el poder, sino en la configuración con Cristo crucificado.
Esta mirada al futuro, es también al presente. Los santos nos dicen de la vida futura, pero también de la vida temporal: que es digna de ser vivida en la santidad. Más aún los santos testifican que vivir según el Evangelio, según las bienaventuranzas, es la verdadera bienaventuranza, es ya la vida plenamente vivida aquí en la tierra, en la adoración y obediencia a Dios, en su santo temor, en la caridad y verdad ante el prójimo.
Es fiesta de la caridad, de la comunión profunda con los santos, es el amor que vence a la muerte y, por eso, podemos confiar en ellos, que nos quieren bien y nos acompañan en nuestro peregrinar hacia el cielo.
La Conmemoración de todos los fieles difuntos nació de la fiesta anterior. De la misma fe, esperanza y caridad. Esperando para nuestros hermanos, como no conocemos ni adivinamos el juicio de Dios, con inmensa caridad y esperanza encomendamos a nuestros hermanos difuntos, para acompañarlos en su purificación, hasta que puedan reunirse con todos los santos.
Vivamos estas celebraciones, vivamos la realidad de Dios, y, por lo mismo, la realidad de nuestra vida, según la verdad de la fe, la firmeza y luz de la esperanza, en el ardor de la caridad.
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