En
nuestro país encarna el arquetipo del santo y
del santo nacional. Este hombre
de origen canario, bautizado en Brasil, es el prototipo del gaucho de familia.
No es el gaucho suelto y solitario, sino el de las tareas rurales, de los lazos
familiares, de la dureza de vida, la afabilidad en el trato, de la ‘gauchada’
honesta y generosa.
Encarna
los valores de franqueza, sencillez sin falsa humildad, altivez y libertad sin
soberbia. Hombre de afectos claros, de disposición para lo que se necesite. Hospitalario,
bromista, simpático y divertido, de mirada aguda y atenta.
Tenía
gran sentido del deber de conciencia, de la rectitud de las obligaciones
asumidas, de la palabra dada.
Capaz
de proyectos de largo alcance y fundacionales, como lo fue realizando para
crear la Iglesia en el Uruguay, al mismo tiempo conocedor de las limitaciones del medio y de la necesidad de
ir llevando las cosas, hasta que llegara el momento justo.
Hombre
inteligente, valoraba al que sabía, al consejero, al estudioso, y al mismo
tiempo buscaba formarse con la lectura de una nutrida biblioteca que fue
reuniendo. Fue un apóstol de la acción, del trabajo sacerdotal, en el confesonario,
en la predicación, en la catequesis a los niños, en las misiones para los
adultos. Fue creador de instituciones, colegios, el seminario, la curia, la
diócesis. Y, al mismo tiempo, fue un sacerdote de profunda oración, de amor
sencillo y fuerte a Nuestro Señor y a la Santísima Virgen.
Es
honroso el atleta, el soldado, el trabajador, el intelectual, el político, la
ama de casa y el docente.
Sin embargo, la
figura del santo es imprescindible en la formación de un pueblo. Es nuestro
santo a quien necesitamos querer, conocer, integrar, para que reconozcamos en
nosotros esa dimensión esencial de la humanidad y, en el caso, del pueblo
oriental: la santidad, la rectitud, las virtudes en grado heroico. Sin el
santo, se es un pueblo manco.
Más
de uno son los ejemplos que nos han dejado nuestros mayores. Entre ellos brilla
como una antorcha Jacinto Vera.
El
6 de mayo es la fecha de su muerte. Un pueblo digno honra a sus santos. Es ocasión más que de homenajearlo, de
seguirlo, de ir tras sus huellas.
EL SEPULCRO MONUMENTO EN LA CATEDRAL DE MONTEVIDEO, LEVANTADO POR UNA SUSCRIPCIÓN POPULAR
Cuéntanos mas sobre él.
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