Mensaje del Domingo 31 de julio de 2011. Recibir gratuitamente el don de Dios.

Este Domingo la Palabra de Dios nos habla de regalos, de favores, de sobreabundancia de dones gratuitos. “Vengan a comer sin pagar, vino y leche gratis” (Is. 55, 1). “Abres tú la mano, Señor, y nos sacias de favores” (Sal.144,16). Cuando Jesús multiplicó los panes, “comieron hasta quedar satisfechos” (Mt.14,20).

¿Quién recibe, dándose cuenta de que es un regalo, sino el que tiene conciencia de que no tiene con qué pagar? Por eso, aunque todos recibimos gratuitamente todo, comenzando por la existencia, lo reconoce así como don, como regalo, como inmerecido, el que es pobre y se reconoce como tal. “Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el Reino de los Cielos”.

La mentalidad moderna, que multiplica la conciencia de los derechos de cada ser humano, nació frente a la pretensión de los monarcas absolutos, que pretendían tener todo derecho y conceder ellos como dádiva, como merced, todas los beneficios. Siempre fue mucho más justo y razonable concebir que el destino común de los bienes y hay derechos que pertenecen a todo hombre. Es, pues, más justa y razonable la concepción moderna, que la de los monarcas de los siglos XVII y XVIII.

Pero, como nada es perfecto, la idea de que cada uno tiene derechos ante la sociedad, y en particular ante el Estado, unida a la mercantilización de muchísimos bienes, que han de ser adquiridos con dinero, produce también distorsiones en el planteo de la realidad.

Por un lado, se olvida que igualmente en su principio todo es don, no del rey – ni del Estado - sino de Dios, del Creador y Padre Providente. Esto no significa que no haya que organizar la justicia y la distribución, así como asignar recursos y también trabajar y esforzarse. Pero, todo esto es posible, por el don de Dios. En su fondo, en su realidad más profunda, todo es gratis, regalo. Lo reconoce el que es buen pobre, y, por lo tanto, razonablemente humilde y agradecido.

La mercantilización de los bienes – hay que pagar y, por lo tanto tener dinero – también distorsiona la visión de la realidad, porque hace de la plata el principio aparente de todo bien. Si tengo plata, tengo los bienes, y le da un sentido mágico al dinero, que del ‘poderoso caballero, don dinero’, del poeta, pasa a sentirse como un dios omnipotente.

Es imprescindible recuperar la conciencia de la dimensión gratuita, inmerecida, regalada, que es el fondo de la existencia. En primer lugar, de que todo lo bueno, es don de Dios. En segundo lugar, que también los demás son un don, que nadie puede crear a otro, y principalísimamente, que es un don que haya quien nos sirva, quien nos quiera, quien nos ayude. La sociedad humana está fundada sobre el don. Así somos más humildes, más pobres, más asombrados del bien, más agradecidos y más felices. También así podemos dar más gratuitamente y más generosamente y, también ser más bienaventurados.

Comentarios

Entradas populares

Carta a los sacerdotes por Domingo del Buen Pastor

Mi despedida como Obispo de Canelones