Según trasmiten los periódicos el Sr. Luis Ignacio da Silva, Lula, expresidente del Brasil, afirmó: “es una pavada esa cosa que inventaron que los pobres van a ganar el Reino de los Cielos. Nosotros queremos el reino ahora, aquí en la Tierra. Para nosotros inventaron (los pobres) han inventado un slogan sobre que todo lo bueno estará en el futuro. Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico vaya al cielo. El rico ya está en el cielo, aquí. Porque un tipo que se levanta de mañana cada día, come lo bueno y lo mejor, viaja a donde quiere, almuerzo lo bueno y lo mejor, pasea, ése está ya en el cielo. Ahora el desgraciado que se levanta de mañana, de sol a sol, con el mango de una azada, no tiene una maquinita para trabajar, tiene que cavar cada pozo, plantar y pisar con el pie, después no tiene agua para regar, después cuando recoge no tiene precio, ése está en el infierno.
Las frases no hay que sacarlas de contexto. Lula hablaba ante campesinos, mostrando los logros de su política a favor de los agricultores pobres. Puede concedérsele cuanto se le tolera al lenguaje político y a las arengas para la platea
Sin embargo, el hecho no deja de ser llamativo y da para algunas reflexiones. La primera es la liviandad con que se tratan los asuntos religiosos, las creencias, los textos sagrados. Se podría ser un poco más mesurado y tener un poco más conciencia de las propias limitaciones en esa región del saber humano que pide alguna ciencia, también por parte de los políticos, que no están por encima de la humanidad. Tampoco están por encima de Jesucristo y de los Santos Evangelios. El texto al que alude no ‘lo inventaron’, sino que lo proclamó Jesús.
Luego, en concreto, el Sr. da Silva dice muchas tonterías, pavadas, bobagem el término que él usa en portugués. En primer lugar el Reino de los cielos, o el Reino de Dios, no tiene nada que ver con aquello de los que habla el expresidente con tono de sabio. El Reino de Dios sólo puede darlo Dios, porque es Él mismo: es Él reinando, actuando, comunicando su gracia y la participación en su vida. Así es que no lo da hombre alguno, sino que se recibe como don inmerecido, aquí por la pobreza de la fe, en la eternidad por el don gratuito de Dios.
Lo que Lula describe como vida del rico no es el reino de los cielos, ni el cielo. Es simplemente pasarla bien. Lo que describe como infierno del pobre no es el infierno, es pasarla mal o muy mal. Poner el cielo en el bienestar material y el infierno en el malestar material es hablar de otra cosa de la que habla Jesús. Es también disminuir demasiado al ser humano: su cielo es comer de lo mejor e ir de aquí para allá. Un poco poco.
La pobreza de la que habla el Evangelio, a la que le está prometida la posesión del don de Dios, es decir, Dios mismo – no el manjar del mejor restaurante – comienza por valorar sobre todo el don de Dios – el Reinado de Dios – y la santidad de una vida en obediencia a la Palabra de Dios – su justicia –. Es éste el bien más preciado – la perla preciosa, el tesoro escondido –, que se identifica con Jesucristo mismo.
Esa pobreza comienza por el santo temor de Dios, que es el inicio de la sabiduría. Le faltó temor de Dios al Sr. Lula al jugar burlonamente con las palabras del Evangelio. No era necesario, para atacar a quien según él justifica el estado de tantos indigentes, ni para alabar su conducción política. Estamos llamados a ser más pobres, y mejores pobres, para anteponer a todo el amor a Dios y la esperanza de su Reino, al tiempo que nos esforcemos por el bien de los hermanos, tanto el material, como sobre todo el espiritual. De verdad, bienaventurados los pobres – en el espíritu – porque de ellos es el Reino de los cielos. Estos pobres pueden nacer así, o volverse como Snata Isabel de Hungría a quien nos muestra la imagen.
Muy bueno!!...muy bien explicado!!...genial!
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