Esta entrevista es de mucho interés porque abre a la búsqueda de la correcta interpretación del Vaticano II y a la comprensión de lo que pasa de fondo en la Iglesia.
Entrevista al Cardenal Kurt Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, sobre la división de la iglesia católica después del Vaticano II
Guido HorstRoma
Tiene un largo camino a sus espaldas. Como teólogo laico que recibió mucho más tarde, en edad adulta, la ordenación sacerdotal y como profesor de teología en Lucerna. El profesor suizo nunca hubiera pensado vivir ni siquiera un día como cardenal de la curia, en el palacio de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
El obispo de la ciudad de Coira, Johannes Vondera, impidió que lo llamaran como docente de teología en la ciudad por el siguiente motivo: con Kurt Koch la ortodoxia de la fe ya no estaría garantizada.
Luego llegó el punto de inflexión. La "declaración de Colonia" de los teólogos de habla alemana de 1989, muy crítica con Juan Pablo II, no fue suscrita por Koch, entonces profesor de dogmática. Desde ese momento cambiaron las opiniones sobre Koch. Su equilibrio fue premiado. Como pastor superior de Basilea – y luego con el nombramiento de obispo en 1996 por Juan Pablo II–Koch se convertiría en el bastión de la ortodoxia en contra del mainstream del catolicismo suizo.
Naturalmente al obispo Koch no le han faltado dificultadas y problemas, por ejemplo con el caso de Franz Sabo, pastor nativo de Röschenz, en el obispado de Basilea, que por medio de una intensa actividad publicitaria durante muchos años criticó ásperamente las jerarquías eclesiásticas. Cuando el Obispo Koch le retiró la "misio canonica" en 2005, gran parte de la parroquia sostuvo a Sabo contra la decisión del obispo. El conflicto se extendió, involucrando tribunales laicos, comités eclesiásticos y sobre todo la prensa local y nacional. Gracias a su capacidad de escuchar e intermediar, en septiembre de 2008 Koch consiguió llegar a una conciliación con Sabo, mediante diversos encuentros privados. Hubo también un momento público de esta paz, la misa de las confirmaciones en Röschenz en mayo de 2009, cuando el Obispo y el pastor Sabo concelebraron el rito. A partir de entonces, la vía para Roma de Koch quedó libre.
En poco tiempo Koch, obispo de Basilea, se había convertido en el candidato ideal de Benedicto XVI para suceder al Cardenal Walter Kasper al mando del Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. Cosa que sucedió puntualmente cuando lo designaron (el primero de julio de 2010) guía del Consejo, mientras en noviembre el Papa acogía a Kurt Koch en el colegio cardenalicio.
Como rector del Consejo para la Unidad, Koch es el único cardenal de la curia de lengua alemana en servicio, con muchas afinidades con el actual pontífice: reservado, modesto, muy amable, intelectualmente destacado, pero claro e inequívoco con sus palabras.
Koch es realista. Sabe que las divisiones dentro de la ortodoxia son demasiado profundas y que el gran cisma entre oriente y occidente podrá ser superado en breve tiempo. Sabe también que hay mucha diferencia entre las iglesias que surgieron de la reforma -por ejemplo, a las diversas denominaciones protestantes les falta un fin común con la iglesia- y que en este caso no hay que esperarse un acuerdo inminente con Roma.
Kurt Koch como Obispo de Basilea sufrió mucho. Como cardenal de la curia seguirá sufriendo. Sufre las dificultades post conciliares.
A partir de 2012 habrá una serie de jubileos del Concilio Vaticano II. En la actualidad todavía se discute animadamente en la iglesia por la supremacía de la interpretación de los textos del concilio, la hermenéutica de la ruptura está contra la hermenéutica de la continuidad.
Sobre este tema usted ha afirmado: «que la situación actual vive todavía fricciones y diferencias profundas». ¿Cómo ha sido posible que una asamblea eclesiástica en el siglo XX haya dejado un conflicto permanente de interpretaciones y opiniones?
A mi modo de ver el potencial conflicto no fue creado por el concilio, surgió después. La principal causa reside en que casi nadie se identificó con los textos del Concilio Vaticano II, sino que cada uno tenía sus propias ideas sobre lo que ha dado el concilio. Ha sido puesta en marcha una especie de excavación, de la que cada uno tomaba lo que podía servirle, para luego discutir con quien pensaba de otro modo. Los textos son considerados cada vez menos seriamente. De la Constitución sobre la Iglesia, por ejemplo, ha sido acogido el segundo capítulo del pueblo de Dios. Pero toda la estructura y, sobre todo, el quinto capítulo sobre la vocación universal a la santidad no es muy conocido dentro de la iglesia.
¿Cómo ha podido ocurrir todo esto? ¿Porqué el Vaticano II ha sido un Concilio que no ha dejado tras de sí unidad y claridad, sino modos diversos de lectura de sus resultados?
Entre los padres conciliares había seguramente diferentes corrientes, y en muchos textos se buscó y se encontró un compromiso. Después de muchos años los estudiosos tratan de leer en el concilio lo que los protagonistas vivieron de modo diverso. A menudo no emerge el compromiso obtenido con fatiga o no se toma en serio; al contrario, se vuelve a dividir lo que entonces estaba unido.
¿Antes del concilio había diversas teologías y modos de pensar la fe?
Pienso que ya existieran dos opiniones del todo diversas antes del concilio que pueden ser descritas con dos palabras clave. Una palabra clave es: "renovación de la iglesia", volver a las fuentes, a los textos sagrados, a los padres de la iglesia tratando de renovar la iglesia empezando por sus raíces.
La otra palabra clave es: "actualización", lo cual significa "una evolución de la iglesia", tratando de no abandonar las raíces pero permaneciendo bastante lejos de ellas, adaptando la obra de testimonio del Evangelio a la realidad contemporánea. Pero yo creo que no pueda existir una renovación sin una actualización. Las dos realidades son parte de la Iglesia del Concilio y de los años que siguieron a este gran evento de gracia. Pero por desgracia, las dos corrientes han permanecido y se han hecho independientes. Prosiguiendo su recorrido en autonomía en la interpretación del Vaticano II.
Muchos ven el último concilio como la "apertura de la iglesia al mundo". ¿Qué quiere esto decir para la Iglesia católica?
La iglesia tiene que permanecer siempre abierta al mundo. Su mensaje no es una propiedad privada, sino que está destinado a todo el mundo, a todos los hombres. Para esto, el elemento esencial para la apertura al mundo durante el concilio era el descubrir nuevamente el orden misionero de la iglesia. La verdadera alternativa a ser "conservativo" que tenía el concilio no era ser "progresivo" sino "misionero". La apertura al mundo, sin embargo, ha sido interpretada como la Iglesia que tiene que adaptarse al mundo y asumir el modo de vida contemporáneo. La apertura al mundo para terminar puede funcionar sólo con el criterio de la distinción de los espíritus. O con la palabra bíblica: "Examinad todo y quedaos con lo que es bueno". Muy a menudo no sólo se ha conservado lo bueno.
Juan Pablo II hace casi un cuarto de siglo trató todos los temas de los documentos del concilio. La dirección que la Iglesia ha tomado post concilio no ha sido del todo aclarada. ¿Cuál es el papel que tienen los Papas en la actualización de un concilio?
Juan Pablo II y Benedicto XVI han recorrido el camino justo: precisamente han tomando lo que es el concilio, considerándolo la "Carta Magna" para el camino de la iglesia hacia el futuro. El problema era simplemente, para muchos críticos, dar una connotación a los pontificados. Se ha acusado fuertemente a Juan Pablo II de ser el autor de un retorno a la iglesia preconciliar. Es la misma acusación que se lanza actualmente contra Benedicto XVI. Estas son palabras insostenibles y populísticas que no tienen en cuenta el estado de cosas y quieren sólo fijar la exigencia unilateral para su interpretación del concilio.
¿Y cual podría ser el papel de Benedicto XVI, del gran teólogo que ocupa la Sede de Pedro?
Naturalmente casi ninguno debería conocer mejor que él el concilio y las intenciones del mismo. De este modo trata de recurrir siempre a las fuentes del concilio y de llevarlo al momento actual, tratando de trasmitir a los fieles cuando predica las perlas preciosas del mismo. Es difícil saber si conseguirá superar la situación polarizada actual. Esto, verdaderamente, presupone que en la Iglesia haya una capacidad de escucha recíproca.
¿De qué modo se podría controlar, acelerar, es más, conducir a una conclusión este recorrido de participación?
Esto supone que se abandone la idea de la existencia de un chivo expiatorio. Difundida por todas partes. En las diversas iglesias locales se piensa: hacemos todo bien, si Roma hiciera sólo una buena obra. A menudo las iglesias locales están satisfechas de su actuación y existencia y son críticas con Roma. Pero de este modo no se llega a un profundo análisis de los verdaderos desafíos de la iglesia actual. Mientras nos paramos en los problemas que surgen en el interior de la Iglesia. Pero se ha producido un cambio de principio de la sociedad que incide en la forma social de la Iglesia.
Muchos creen que exista todavía un ambiente popular fiel a la iglesia y no se dan cuenta que esta Iglesia en el futuro ya no existirá. Quizás sea más importante, como creyentes, preguntarse qué quiere decir tener raíces cristianas en la actual crisis europea, para de este modo encontrar juntos posibles terapias.
*Una pregunta para el presidente del Consejo para la Unidad de los Cristianos: El compromiso ecuménico –reforzado después del Concilio Vaticano II- de la Iglesia católica, partiendo de las consideraciones que ha expresado hasta este momento, ¿es una ayuda o una distracción respecto a los otros interlocutores?
El compromiso ecuménico es una gran ayuda, porque nos obliga a la verdad. No podemos contar a los protestantes cosas diferentes de las que cuentan los ortodoxos, porque seríamos completamente inverosímiles. Sobre todo porque los desafíos del ecúmene son muy variados. Los desafíos que llegan de oriente son muchos y también los que llegan de la situación occidental, nos obligan a reflexionar sobre lo que quiere decir efectivamente "católico", lo que es la identidad, lo que no es posible negociar. Empezando por mi experiencia personal: el ecumenismo realmente nos hace cada vez más católicos.
fuente: Vatican Insider
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