La persecución contra los cristianos. El testimonio de Shahbaz Bhatti.

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Los cristianos no hemos de asombrarnos porque tengamos que sufrir oposición y persecución. Ya Jesús nos preparó para ello, cuando nos anunció que el mundo nos odiaría y que sufriríamos persecución como él (Jn.15, 18.20).

Hoy por hoy, quizás llamen la atención dos cosas.

La primera es la poca importancia que prestan los medios de comunicación a todo lo que se hace contra los cristianos, sea en ataques, sean en burlas, sea repitiendo mentiras. No sólo se informa poco, sino que no se le suele dar mucha importancia, o aún parece casi normal que se le falte el respeto debido a los cristianos, a sus símbolos, a sus derechos.

La segunda es el poco interés que los católicos le damos a las persecuciones contra nuestros hermanos por motivo de ser cristianos, y más precisamente de ser católicos. Hay una mezcla de ignorancia y atonía ante los diferentes ataques a la libertad religiosa de los católicos, hasta la pérdida de sus vidas.

Al mismo tiempo, el martirio ha sido siempre el testimonio acabado de la existencia cristiana. Por eso nos admira el de nuestro hermano, Shahbaz Bhatti, católico, ministro de las minorías, asesinado en Pakistán por extremistas.

Transcribimos parte de su testamento:

"Mi nombre es Shahbaz Bhatti. Nací en una familia católica. Mi padre, maestro jubilado, y mi madre, ama de casa, me educaron según los valores cristianos y las enseñanzas de la Biblia, que influyeron en mi infancia. Desde niño acostumbraba ir a la iglesia y encontrar profunda inspiración en las enseñanzas, en el sacrificio y en la crucifixión de Jesús. Fue su amor el que me indujo a ofrecer mi servicio a la Iglesia. Las espantosas condiciones en las que pusieron a los cristianos de Pakistán me perturbaron. Recuerdo un viernes de Pascua, cuando tenía solamente trece años: escuché un sermón sobre el sacrificio de Jesús para nuestra redención y para la salvación del mundo, y pensé corresponder a ese amor regalando amor a nuestros hermanos y hermanas, poniéndome al servicio de los cristianos, especialmente de los pobres, de los necesitados y de los perseguidos que viven en este país islámico.

"Me han pedido que ponga fin a mi batalla, pero lo he rechazado siempre, inclusive a riesgo de mi misma vida. Mi respuesta ha sido siempre la misma. No quiero popularidad, no quiero puestos de poder. Quiero solamente un lugar a los pies de Jesús. Quiero que mi vida, mi carácter y mis acciones hablen de mí y digan que estoy siguiendo a Jesús. Este deseo es tan fuerte en mí que me considero un privilegiado en el caso que – en este mi esfuerzo batallador de ayudar a los necesitados, a los pobres y a los cristianos perseguidos de Pakistán – Jesús quisiera aceptar el sacrificio de mi vida. Quiero vivir para Cristo y quiero morir por Él. No experimento ningún temor en este país. Muchas veces los extremistas han deseado asesinarme, encarcelarme; me han amenazado, perseguido y han aterrorizado a mi familia.

"Digo que, hasta que tenga vida, hasta el último aliento seguiré sirviendo a Jesús y a esta pobre y sufriente humanidad, a los cristianos, a los necesitados y a los pobres. Creo que los cristianos del mundo que han tendido la mano a los musulmanes golpeados por la tragedia del terremoto del 2005 han construido puentes de solidaridad, de amor, de comprensión, de cooperación y de tolerancia entre las dos religiones. Si tales esfuerzos continuaran, estoy convencido que lograremos vencer los corazones y las mentes de los extremistas. Esto producirá un cambio positivo: la gente no odiará ni matará en nombre de la religión, sino que se amarán los unos a los otros, proporcionarán armonía, cultivarán la paz y la comprensión en esta región.

"Creo que los necesitados, los pobres, los huérfanos, cualquiera sea su religión, deben ser considerados ante todo como seres humanos. Pienso que esas personas son parte de mi cuerpo en Cristo, que son la parte perseguida y necesitada del cuerpo de Cristo. Si llevamos a término esta misión, entonces habremos ganado un lugar a los pies de Jesús y podré mirarlo sin experimentar vergüenza".

(ver más en http://chiesa.espresso.repubblica.it/articolo/1347491?sp=y)

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