En este día en que conmemoramos a Jesucristo, muerto por nuestros pecados y resucitado para darnos vida nueva, saludo a todos los hermanos cristianos de Canelones y a todos los hombres y mujeres conciudadanos nuestros.
En primer lugar les deseo que la luz de la verdad, la paz de los corazones, la concordia entre las personas, la honestidad de vida, alcance a todos, a cada familia, a la sociedad canaria entera.
Enseguida creo oportuno hacer un llamado para que el nombre de Dios, el pensamiento en él, la búsqueda de la verdad religiosa y de la conducta creyente tenga más espacio en nuestras familias, en nuestra sociedad y en nuestra cultura. Creo que es una mala praxis y un cercenamiento de la razón que en nuestra enseñanza, en nuestros debates, se dé como proscrito el pensamiento religioso, y hasta la misma cuestión de Dios, o, lo que es peor, que sea presentado solamente por los que menosprecian la afirmación de Dios o de la religión.
El respeto a las personas no creyentes no debe traducirse en una exclusión del razonamiento que incluye como parte de la realidad a Dios y lo entiende como clave de bóveda del sentido de la existencia. La cuestión sobre Dios no debe ser banalizada ni arrinconada en la cultura oficial, ni en la cultura de los medios de comunicación.
Como cristiano y como católico, en este día de Pascua, del que brota gran parte de la cultura en la que estamos inmersos y que es el acontecimiento que fundamenta la comprensión del hombre y de la historia para gran parte de los uruguayos, quiero hacer un llamado a una consideración más atenta, más razonable y menos prejuiciada, del sentido católico de la vida. También aquí es necesario levantar la proscripción impuesta sobre Jesucristo y sus seguidores, tanto en la enseñanza como en gran parte de la cultura nacional. La presencia de Jesús, su persona y sus enseñanzas, debe ser concorde con la importancia histórica y presente que tiene en el mundo real de las personas.
La atención a Dios y a Jesús, sin excluir otras religiones, es imprescindible para que en nuestro país se dé una cultura verdaderamente pluralista, tolerante, respetuosa de los derechos de la libertad religiosa y para que pueda haber una verdadera formación de las personas.
Con el esplendor de la muerte de Jesús y de su resurrección brilla como un sol el anuncio del amor de Dios para con los hombres, y la dignidad infinita de cada ser humano. Por eso, en este día de luz hacemos una invitación a valorar a cada ser humano y su vida, desde el momento de la concepción hasta la muerte natural. Esta valoración coincide con la comprensión científica de la unidad de la vida humana desde su primer comienzo y con la defensa de los derechos de todo ser humano.
También creo imprescindible un debate acerca de los valores humanos, morales, y su fundamento, necesarios para la formación de las personas y para la convivencia social. Es una ilusión suponer que los problemas de la inseguridad, de la violencia, del desorden social, de la falta de voluntad para el trabajo, de la destrucción de la familia, se puedan enfrentar solamente con leyes, con casas de estudio o lugares de detención. Siendo todo esto necesario, ¿con que valores se ayudará a formar la persona? ¿en qué se fundamentarán las obligaciones de la conciencia? ¿cómo se lograrán personas capaces de abnegación y sufrimiento en el cumplimiento del bien? A todas luces se ve que es necesaria una formación moral integral.
Pido al Señor, que en este día de esperanza para la humanidad, a todos nos alcance su bendición
+ Alberto Sanguinetti Montero
Obispo de Canelones
Canelones, Pascua de Resurrección de 2011
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